Iluminadora reseña de ¡Absalón, Absalón! (traducción de Miguel Martínez-Lage) por Javier Aparicio en Letras Libres. Escribe: “recuerdan, imaginan y conjeturan [los personajes-narradores] a un mismo tiempo, generando una espiral de distintas y equívocas versiones que dificultan el establecimiento de un relato avalado por algún principio de autoridad, pero que a la vez permiten que el lector penetre en el detectivesco e inquietante microclima moral creado por Faulkner en esta obra maestra en la que relato, acción, personajes, trama y peripecia parecen destinados a desaparecer por el desaguadero del lenguaje”. Siguiendo la osada senda iniciada con El ruido y la furia, imbricando aún más la red argumental –si eso es posible–, Faulkner relega la existencia de una verdad de lo acontecido o, más claramente, se desentiende significativamente de su esclarecimiento o conocimiento por parte del lector. Se diría que Faulkner recurre a una técnica de distracción para apoyar toda la atención sobre el músculo del lenguaje (aquí el hueso, el esqueleto, es un mero pretexto). Músculo cuyo principio motor no aprehendemos totalmente, pero que a pesar de la vasta penumbra ofrece (ya consumado el pacto narrativo) resquicios de luz y cegador misterio. Y, de paso, muestra con la polifonía de voces que el lenguaje literario no conoce más verdad que la suya; cada estilo es –debe ser– al fin y al cabo coherente consigo mismo. Otra cosa es pretender que el puzzle argumental pueda ser resuelto mediante las piezas dispersas del relato de cada personaje. De ello sólo resultaría un puzzle incompleto, cuyos huecos no importa llenar si se consigue lo que muy pocos, entre ellos Faulkner: hacer que el lenguaje se gane por sus propios méritos la posición que le pertenece.
sábado, 6 de junio de 2009
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