Eugénie Grandet, de Balzac, es una narración sobre la creciente importancia que adquirió la economía en el siglo XIX. La avaricia humana introdujo el materialismo económico en todos los ámbitos de lo social, convirtiendo a menudo en transacción a la amistad. El culto a la economía, por otro lado, se relacionaba con el culto al presente, más que patente hoy en día. La obtención del beneficio inmediato arrinconó a la espera del paraíso cristiano como recompensa a una vida virtuosa: “les avares ne croient pas à une vie à venir, le présent est tout pour eux. […] L’avenir, qui nous attendait par-delà le réquiem, a été transposé dans le présent. Arriver per fas et nefas au paradis terrestre du luxe et des jouissances vaniteuses, pétrifier son coeur et se macérer le corps en vue de possessions pasajeres, comme on souffrait jadis le martyre de la vie en vue de biens éternels, est la pensée générale”.
El avaro como impaciente, como niño mimado, como perro de Pavlov, el reverso de la reflexión y la razón… Todos estamos forzados, hoy en día, a una mínima dosis de avaricia…
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